Cambiante. Esta es la realidad que nos rodea. En las últimas décadas todo ha avanzado de una forma vertiginosa. Todo ha cambiado y todo se ha transformado.
La maternidad no podía ser menos.
Basta retrotraerse hasta el tiempo de nuestras abuelas para apreciar grandes diferencias. Ellas daban a luz en casa, a veces con ayuda de una comadrona, acompañadas de familias o vecinas, daban el pecho sí o sí, a veces a otros niños además de a sus hijos. Vivían en pueblos, rodeadas de familiares, amigos, o gente de confianza. Habitualmente no trabajaban fuera de casa. Tenían más de 2 hijos y criaban en compañía. Con apenas una cuna, sábanas, ropita y poco más.
Después llegó la generación de nuestras madres. En muchas ocasiones mujeres que emigraban del campo o el pueblo a la ciudad. Que se incorporaron al mundo laboral y se quedaron trabajando por el bienestar de la familia o por propia necesidad. Con acceso a la medicina pública, hospitalización y medicamentos. A las que recetaron leche artificial desde el inicio o a la mínima dificultad con la lactancia materna. Tuvieron 1, 2 o máximo tres hijos. Podían controlar la concepción. Vivían en urbes, en ocasiones lejos de sus familias y en edificios llenos de vecinos (no siempre conocidos), equipadas con más bártulos que nuestras abuelas.
Y así llegamos a nuestra generación. Mujeres, habitualmente trabajadoras o como mínimo intelectualmente inquietas, con estudios superiores que hemos controlado la natalidad desde el inicio y así la hemos postergado hasta ver estabilizada nuestra carrera profesional.
Vivimos principalmente en ciudades, en edificios abarrotados de desconocidos, ligeramente lejos de nuestros padres. Y permanentemente pendientes de un teléfono que nos informa de todo pero aislados de la compañía de otras madres. En una sociedad regida por el consumismo que nos ha creado una serie de necesidades entre las que cabe destacar la exigencia de tener infinidad de cosas para criar a nuestros hijos: cuna, trona portátil, cambiador, walkie, humidificador,… por suerte, algunas madres nos hemos dado cuenta de que no es esto lo que queremos y estamos en el proceso de acompañar y ser acompañadas por otras madres. Y volver a recuperar la esencia y sencillez de criar con naturalidad, por instinto, en tribu.
De lo contrario, ¿hacia dónde creéis que evolucionará la maternidad?
Vanessa Ojeda