Sabes ese momento en el que eres consciente de que hay que parar? Que son demasiadas las cosas que dependen de ti misma. Que, por mucho que quieras, no puedes asumir más. Notas que la presión es excesiva. Sientes una mezcla de derrotismo y empuje a la vez, que te lleva a seguir remando contracorriente pero habiendo dejado atrás esa ilusión, esas ganas con las que partiste. Y además sabes perfectamente que estás llegando a tu límite de paciencia porque te sientes atrapada entre decidir seguir remando o soltar, de una vez por todas, los remos.
Sabes que tu energía está decayendo pero no puedes salir corriendo aunque demasiado a menudo sientes ganas de parar y abandonar. Además empiezas a notar las señales de advertencia: tu cuerpo está extenuado, tu mente no da para más, estás en cansancio perpetuo, sientes ganas de llorar sin saber por qué, te aíslas porque tampoco sabes definir exactamente en qué situación estás, sueñas constantemente con lo que te preocupa y sientes ganas de desconectar aunque sólo sea un día. Te sientes física y mentalmente agotada.
También eres consciente de que haces todo lo que puedes, lo das todo de ti misma, buscas siempre soluciones e intentas evolucionar, ser mejor persona.
Pero no. Todo eso no basta, porque no todo depende de ti misma. Porque no puedes solucionar todos los problemas cual hada madrina. Porque probablemente nadie lo ve igual que tú.
Y no, no tengo problemas graves en ninguno de los ámbitos de mi vida. Pero muchos aspectos de ella están en una situación de declive a la que en este momento no le veo una posibilidad de mejora a corto plazo.
Y aún así creo que lo estoy sobrellevando lo mejor que puedo. De una forma discreta. Sin demasiadas explicaciones. Prácticamente en silencio. Con la mayor calma posible y sopesando posibles alternativas.
No es el momento de las decisiones. Aún no. Queda un largo camino por recorrer en el que decantarme por algo concreto porque ahora me encuentro en “que sí pero no” o en “que quiero pero no puedo”.
Si me sigues habitualmente quizás te hayas dado cuenta de que ayer no hubo post. Por primera vez en muchísimo tiempo no ha llegado el sábado por la noche, como es habitual. Y no pasa nada, porque somos humanos y hay momentos en los que no se puede.
Pero sí, después de varias semanas difíciles, llenas de compromisos familiares, cargadas de estrés laboral, repletas de disputas filiales, salpicadas de malas noches, y aislada del contacto de mis allegados, necesitaba decir que no he podido asumirlo este sábado y he decidido asumirlo son sentirme culpable. Pero quería compartirlo porque escribir es afortunadamente terapéutico. Y sé que mañana será un día mejor porque me habré liberado de una parte de ese peso que está poniendo mi cuerpo y mi mente al límite.
Seguiré sacando mi as en la manga, el autocontrol, que me permite sobrellevar la mayoría de las situaciones adversas con cordura. Y seguiré luchando porque no sé vivir de otra manera. Es mi sino.
Aunque me vendría bien un kit-kat. Un parar para reflexionar. Un tiempo muerto.
Ya te seguiré contando cómo avanza el juego.
Hasta la semana que viene.
Vanessa Ojeda