“No confíes en nadie” fue lo que escuchó Enzo, el hijo de mi amiga Estefanía, que le decía un niño a otro (todos de unos 4 años). Cuando su hijo se lo contó, ella tuvo que reflexionar.
¿Cómo podía un niño tan pequeño decir una rotundidad de esas características? Lógicamente algo habría escuchado al respecto.
Pero lo más importante es cómo Estefanía podía responder a la inquietud de su hijo.
No es totalmente cierto que no se debe confiar en nadie. Es absurdo afirmar que no hay nadie a tu alrededor de plena confianza (tus padres, tu familia, tus maestros…) pero en el fondo algo de verdad hay en esa afirmación. Y es que tampoco se puede confiar plenamente en todo el mundo.
¿Entonces, cuál es el punto medio? He aquí el quid de la cuestión.
No nos quedará más remedio que explicarles a nuestros hijos que la mayoría de personas de nuestro entorno son buenas, y que en la vida encontraremos una gran mayoría de personas de esas características pero que también podremos toparnos con personas que tienen comportamientos inadecuados, desagradables o nocivos. Y especialmente hay que hacer hincapié en cómo reconocer a esas personas que podrían llegar a hacernos daño.
Algunas pistas que podemos darles a los niños es que deben desconfiar de personas que:
- hacen o dicen cosas que no les gustan,
- desconocidos que les ofrecen cosas, hacen algo contra su voluntad, insultan, tocan o agreden,
- personas que atentan contra su físico o su moralidad,
- también de aquellos que mienten, engañan o abusan de su confianza,
- además no les dejan ser ellos mismos, ni aceptan lo que les caracteriza ni lo que les diferencia.
Seguro que se os ocurren muchas cosas más pero este post trataba de confianza.
Y así quiero cerrarlo, transmitiendo el mensaje de que la mayoría de gente es buena, solo es una pequeña parte de la población que ha tomado el camino inadecuado.
La humanidad está llena de amor y seguimos trabajando duramente para transmitir eso a nuestros hijos y hacer de nuestro mundo un lugar mejor.
Vanessa Ojeda