A favor de tu instinto
Conoces perfectamente a tu hijo. Nadie sabe mejor que tú cómo es. Lo que le gusta y lo que no. Lo que quiere y lo que no. Nadie reconoce mejor que tú sus fortalezas y debilidades. Lo que domina y lo que no. Lo que necesita y lo que no.
En algunos momentos observas atentamente lo que hace o dice. O quizás, lo que no hace ni dice, y te surgen dudas. Analizas a otros niños del entorno, observas su manera de jugar. Aprecias su lenguaje, los hitos alcanzados o su evolución académica. Sin embargo, tú hijo no está en el mismo punto. Está en otro. Hay diferencias y matices que encienden tu luz roja interior.
¡Eso es tu instinto! Para. Escucha. Observa. Siente. Piensa.
¿Qué te está diciendo? Ponte en alerta activa.
¿Notas que algo no es normotípico, no evoluciona de la misma manera que la mayoría?
¡Hazle caso! ¡Te lo dice tu instinto! Está ahí para ayudarte. Te llama. Te avisa. Te da pistas. No lo desoigas. Ignora los mensajes del entorno del tipo:
- “Es normal”
- “Ves cosas donde no las hay”
- “No mires a los niños con lupa. Así seguro que encontrarás algo”
- “Con el tiempo se le pasará”
- “Yo no veo lo que comentas”
- “El niño está bien”. “El niño va bien”
- “No es para tanto”
Y sigue tu instinto. Escucha el mensaje, reflexiona sobre él y muévete a la acción. Que no te invaliden, que no te juzguen, que no te manipulen.
Esa es tu verdad y, hasta que se demuestre lo contrario, el hilo del que tirar. Sigue nadando a favor de tu instinto. Hazte preguntas. Busca respuestas.
Si te equivocas, una oportunidad de aprendizaje.
Si aciertas con el camino a tomar, ¡Enhorabuena por escucharte y ánimo con aquello que empiezas a explorar! Puede ser el punto de inflexión que os ayude a encontrar herramientas o recursos que mejoren vuestra calidad de vida.
Vanessa Ojeda
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