Estamos en pleno proceso de cambio. Sí, ya sabíamos que algo no funcionaba. Que teníamos un buen espíritu, pero no sabíamos cómo transmitirlo. Y aunque huíamos de los métodos educativos tradicionales, seguíamos aplicando medidas que no funcionaban. Intentábamos buscar alternativas pero todo era en vano. Incluso los caminos de mi marido y mío divergían.
Viendo que cada vez nos alejábamos más los unos de los otros, tomé cartas en el asunto. La asistencia a una charla de disciplina positiva, apuntes sobre el tema, un libro de Jane Nelsen (Disciplina Positiva) y dos primeras sesiones con Raquel (orientadora familiar) fueron las claves del cambio.
Para mí el objetivo era integrar a mi marido en la búsqueda de la solución, para que tomara conciencia de que teníamos un problema y no conseguíamos resolverlo por nosotros mismos. A menudo la intervención de un tercero neutral ayuda a dar visibilidad a lo que nos ocurre.
En la última sesión, Raquel nos trajo anotaciones de cómo poner en marcha las asambleas familiares (ya conocíamos de qué se trataba pero no conseguíamos instaurarlas).
Pues bien, declaramos oficialmente los lunes como el día de celebración de las reuniones familiares. Así que el lunes pasado, después de merendar, por primera vez nos sentamos en el suelo de la habitación de los niños. Costó un poco arrancar porque Abraham estaba emocionado con la organización. Se trajo hojas, bolis y rotuladores. Le pregunté si sabía qué íbamos a hacer y me respondió que hablar de cosas que no que no nos gustan, o cosas que queremos, de nosotros. Me quedé alucinada. No habíamos empezado y ya tenía claro de lo que se trataba.
Solo os adelantaré que fue un éxito rotundo, que fue maravillosa la experiencia y que aún estoy emocionada por el resultado.
Como Ernest tiene 3 años recién cumplidos, dejamos que jugara durante la reunión al lado nuestro. Aún así habló en algunas ocasiones haciendo aportaciones muy valiosas. Abraham, con 5 años, demostró una madurez que me sorprendió gratamente.
Escogimos un llavero como señal del turno de palabra y todos hablamos de las cosas que nos gustan de otros miembros de la familia o cosas que hacemos.
Después pasamos a comentar esas cosas que nos preocupan. Tras cada afirmación, enumerábamos posibles soluciones. Todas las que nombramos, incluso las de los niños, fueron respetuosas y razonables.
Tuvimos oportunidad de hablar de muchas cosas. Estuvimos muy receptivos y tranquilos. No surgió ningún conflicto durante toda la reunión y decidimos que la actividad conjunta para la próxima semana sería una excursión. Y ya hemos hecho la excursión hace unos días.
Durante la asamblea, Abraham anotó algunas de las palabras que más destacamos e hizo un dibujo de Navidad. Estaba entusiasmado con lo que hacíamos. Quería que siguiéramos un rato más. Ernest también hizo un dibujo de un bebé dentro de la barriga de su mamá.
Antes de concluir la reunión pusimos en marcha el cojín como objeto de desahogo y con él llegó el momento de desmadre. Eso y un problema logístico en la cocina propiciaron que no pudiéramos poner en marcha la actividad familiar conjunta al cierre. Habíamos decidido cocinar. Se nos ocurrió cubrir frutas con chocolate fundido. Quedamos en hacerlo otro día (y al día siguiente lo hicimos).
Abraham se quedó un rato más dibujando y creando el rincón donde se quedarían la libreta, el boli, el objeto y pinturas para la próxima reunión. Creo que le gustó mucho la experiencia de la reunión. Tanto es así que a los dos días hicimos un bis porque él lo pidió. Fue algo más breve pero con el mismo espíritu.
Yo ya estoy deseando que llegue el lunes otra vez. Esto sólo es el principio y nos entusiasma, lo difícil será mantenerlo a largo plazo.
Durante estos días hemos podido observar que si vamos recordando algunas de las soluciones propuestas en la reunión conseguimos pequeños progresos. Paso a paso, con mucha paciencia, y, como dice Raquel, practicando mucho, esperamos que se materialicen los tan deseados cambios.
Para acabar, solo deseo recomendaros que lo probéis, que pongáis en marcha la asamblea familiar. Es una maravillosa oportunidad de expresarse, comunicarse, aprender y crecer. Y hacer a los hijos partícipes de las decisiones familiares.
Por favor, si lo probáis, compartidlo con nosotros.
Vanessa Ojeda
Conchi says
Yo no he tenido oportunidad de hacer una asamblea familiar, pero estoy convencida del buen resultado. Enhorabuena y continuad !
Mamá se escribe con amor says
Pues te animo a que lo intentéis. Os sorprenderá el resultado. Gracias Conchi por tu apoyo.