Esta sección está pensada para compartir historias de niños, relatos de ficción o no, cuentos. Os animo a que me contéis cuál es la historia de vuestros hijos, vuestra vivencia de la maternidad, un cuento, o el relato de alguna aventura con los peques.
Una carta dedicada a los que vendrán.
Querida Clara:
Te escribo esta carta sin saber muy bien cuánto tiempo tardarás en leerla. Sin pretensiones, sólo por el placer de compartir contigo lo que siento, lo que pienso y lo que estoy viviendo.
Hace meses que sé de ti sin saber mucho. Escucho comentarios aquí y allá, imprecisos, incoherentes, llenos de buenas intenciones mientras yo me hago mil preguntas. ¿A qué olerá tu piel? ¿De qué color será tu pelo? Cuando te mire, ¿me perderé en el mar o me caerá una lluvia de hojas con sabor a otoño?
Me pregunto también si caminarás con gracia o si tus besos serán de esos que se oyen incluso desde la luna. Si te gustará oír el silencio de la nieve o la música del agua de un riachuelo.
Me muero por conocerte, por saber más de ti. Por adivinar cuál será tu color preferido. El mío es el azul. Bueno, a veces, el rosa. Sí, el fucsia, en realidad.
¿Te gustará viajar? Porque a mí me apasiona. Probar sabores de otras culturas, visitar las maravillas del mundo, conocer otras costumbres, perderme entre la belleza de otros países, contemplar otros atardeceres, saborear la naturaleza de otros rincones. ¿Me acompañarás a conocer mundo?
Y ¿qué tipo de películas te gustarán? Mis favoritas son las basadas en hechos reales. Si es un drama siempre acabo llorando. Y ¿qué me dices de la música? A veces pongo música para ti. Me han recomendado la música clásica, aunque a mí me aburre soberanamente. Prefiero algo más rítmico, que me haga cantar y bailar.
¿Te gustará bailar? Porque a mí me encanta, aunque la mayoría de los que me conocen ni lo saben.
En fin, Clara, no me importa que te guste viajar o no, cuál sea tu color favorito, qué tipo de música escuches o si compartiremos afición por bailar o ir al cine. Porque yo te amaré incondicionalmente, seas como seas. En realidad, ya lo hago desde que sé de tu existencia. Sin conocerte, sin saber nada de ti, solo sabiéndote una parte de mí, sintiéndote en mi interior, notando cómo te mueves, sabiendo cómo creces, imaginando tu cara una y mil veces, ya te quiero.
Clara, he esperado tanto para conocerte, que unos meses más no significan nada. Espero el día de nuestro encuentro con gran emoción. Será en primavera, mi estación favorita. Confío en que tú me reconozcas enseguida por la voz, aunque no me veas con claridad. Paradójicamente, Clara es el nombre que he elegido para ti. Espero que te guste. Si no te gusta, puedes cambiártelo.
Algún día, cuando leas esta carta, sabrás lo que sentía sabiéndote dentro de mí. Nos vemos pronto Clara.
Te quiere,
Mamá
Una carta dedicada a las mamás que se fueron.
QUERIDA ANA
Me asomo a la ventana de nuevo con la esperanza de verte aparecer entre los árboles, vestida con tu abrigo de paño y esos zapatos negros de tacón alto que tanto te gustan. Ondeando tus cabellos dorados por el viento mientras caen las hojas de los árboles.
Pero no, hoy tampoco vienes. Y han pasado ya demasiados días, tantos que ya he dejado de contarlos. Al principio los tachaba en el calendario de la cocina, pero un día, así, sin más, dejé de hacerlo.
De una forma apenas imperceptible voy olvidando algunos de tus rasgos. Ya casi no recuerdo si tenías arrugas incipientes o no. Sería incapaz de describir el color concreto de tus ojos y empiezo a desdibujar el tacto de tus manos.
Eso sí, tu olor sigue inundándome. Cuando creo que ya no lo recuerdo, abro tus cajones y escojo una prenda tuya y la huelo, la acaricio y la abrazo para impregnarme de tu aroma. Incluso a veces duermo con ella.
Añoro tanto abrazarte, posar mi cabeza sobre tu pecho y sentir tu calor. Colocarme en el hueco de tu cuello, rozarlo con mi nariz. Sentir tus brazos rodeándome. Y decirte secretos al oído. También echo de menos verte en la cocina, con tu vestido de flores, descalza, con el pelo recogido en un moño descuidado, preparando un bizcocho de manzana y canela. ¡A eso olías,… a canela! Me encantaba comer tu mermelada de pera. Aún me acuerdo del olor a pera que desprendía la casa vacía cuando te fuiste.
¿A dónde has ido? ¿Por qué? ¿Cuándo vas a volver? ¿No nos echas de menos? ¿Acaso no nos quieres? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Te hemos hecho algo?
Tu marcha nos ha dejado un vacío inmenso. No concebimos una vida sin ti. Necesitamos tu risa, tus bailes, tu voz y hasta tus lágrimas.
Por favor, vuelve pronto mamá, todo se arreglará. Papá y yo no podemos vivir sin ti. Somos dos barcos a la deriva. Ya casi no existen palabras entre nosotros. La tristeza campa a sus anchas entre las habitaciones frías y vacías. Nos falta tu calor. Tu música.
Allá donde estés, léeme y regresa para siempre, por favor, mamá. Te queremos mucho.
Mañana volveré a asomarme a la ventana con la esperanza de verte regresar.
Hasta siempre.
Tu hijo,
Julio
Vanessa Ojeda
SER MADRE PARA CONCHI
Continuando con el mes dedicado a las mamás, compartimos hoy lo que ha significado ser madre para Conchi, amiga y compañera de profesión. Madre de Roshen e Izan, de 7 y 2 años. Apasionada de las manualidades y aficionada a la fotografía, no duda en inventar un disfraz de astronauta o crear una foto puzzle. Una madre luchadora y dedicada en cuerpo y alma a sus hijos a la que le ha tocado ir sorteando obstáculos en el camino. Rendirse no está entre sus planes. Así vive su maternidad.
“Nadie dijo que el camino iba a ser fácil”. Esto fue lo que me dijo una enfermera en el hospital donde nació mi segundo hijo Izan. Claro que, a lo que se refería, era a la lactancia. Mi experiencia con lactancia de Roshen (mi primer hijo), fue caótica y, finalmente, abandoné. Me ocasionaba mucho estrés, dolor y a la vez frustración en cada toma. Así que una noche tomé la decisión y tiré la toalla. Pero mi perseverancia fue más allá con Izan, me lo propuse como un reto y lo conseguí. Y he de decir que ha sido la experiencia más maravillosa que he podido vivir con él, que la volvería a repetir y por supuesto la aconsejo a todas las mamás.
Para mí ser madre no solo ha significado amar en el sentido más puro de la palabra, también he sufrido de un modo extremo la impotencia y el estrés. Roshen, con apenas dos añitos, ya nos daba muchos problemas con su carácter un poco complicado. Un niño muy testarudo e impulsivo que no toleraba un “no” por respuesta; incluso hasta los 6 años sufría fuertes rabietas de frustración que ni él mismo podía controlar causándole fuertes migrañas. Era terrible, y yo sufría mucho de verlo así. Llegado el punto de la desesperación decidí acudir a un especialista con el que trabajamos mucho sobre los refuerzos positivos, practicamos ejercicios de relajación, y con el que aprendí la importancia que tiene nuestra actitud hacia ellos. Fue otro reto.
La aventura de ser madre también ha significado en mi caso no dormir por las noches de un tirón y aun así despertarme cada día con una sonrisa al verles. Sentir miedos inexplicables, llegar a hacer cosas que ni me imaginaba, cambiar mi tiempo diario y mi forma pensar, enfrentarme a un león muerto de hambre con tal de protegerles, no tener tiempo ni para mí misma y aun así estar feliz jugando con ellos, gritarles y arrepentirme inmediatamente de haberlo hecho, conocerlos a ellos más de lo que me conozco a mí misma e incluso perder hasta mi nombre para convertirme en “la madre de”. Y sobre todo estar dispuesta a dar la vida por ellos.
Por último quiero compartir esta frase con todas y cada una de las mamás del mundo.
“La vida no viene con un manual de instrucciones viene con una Mamá”
Conchi Núñez Lozano
SER MADRE PARA LIDIA
En el marco del mes dedicado a las mamás, compartimos hoy lo que ha significado ser madre para Lidia, amiga y compañera de profesión. Madre de Lucía y Laia, de 6 y 5 años. Una mamá valiente. Sin miedo. Con dos hijas que se llevan tan sólo 16 meses. Apasionada del cine y la literatura y bloggera también. Sus aventuras las vive entre princesas, canciones, letras e imágenes. Enamorada de la vida, la disfruta como si no hubiera un mañana. Y así vive su maternidad.
Cuando mi amiga Vanessa me planteó hacer esta entrada, pensé en todas las cosas bonitas que se pueden contar y que supongo que la mayoría de las madres contarían si les planteasen qué es la maternidad para ellas, por lo que yo voy a contaros la parte negativa que ha supuesto para mí la maternidad, y sé que es más complicado decir esto, es lo políticamente incorrecto, pero oigan no todo es de color de rosa, al menos para mí. Pero me centraré en mi experiencia, lo que ha supuesto ser madre de dos niñas que se llevan solo 16 meses y que a día de hoy tienen 5 y 6 años.
La primera en llegar fue Lucía. Estaba literalmente aterrorizada. El día que tenía que abandonar el hospital estaba triste, no me veía capaz, y recuerdo los primeros 15 días los más duros de toda la maternidad. Una de las frases que utilicé fue “me rindo” como si pudiese devolverla y seguir con mi vida, pero ahí estuvo mi madre (la que siempre está para mí), se llevó a la niña a dormir y yo me fui a cenar con mi marido. Ahora me viene a la mente la lapidación pública a la que se ha sometido a la cantante Soraya por hacer lo mismo. Tranquila, no estás sola, para mí fue un punto de inflexión y la cosa empezó a mejorar. Así que para mí la llegada de mi hija no fueron corazones, arcoíris y unicornios, tuve que acostumbrarme poco a poco. No sentí ese vínculo del que muchos hablan desde el segundo uno, yo lo tuve que forjar despacio, a nuestro ritmo y no fue sencillo, yo lloraba por todo, amigos que dejaban de llamarme, porque parece que por ser madre ya no pudieses tener vida social, la niña tenía cólicos y se pasaba toda la tarde llorando, por momentos llorábamos juntas. Fue muy duro y aun así decidí volver a quedarme embarazada.
Y 16 meses después del nacimiento de Lucía llegó Laia. Que la verdad el principio fue totalmente diferente; eso que dicen de que la veteranía es un grado, pues es totalmente cierto. Los miedos ya no son los mismos porque ya sabes el camino inicial. Lo peor ha venido después. La ilusa que llevo dentro pensaba que siendo dos niñas y llevándose poco tiempo jugarían y disfrutarían. Pues no. Se pasan el día peleando, desde que se levantan. Y en el coche es peor aún, horrible. Esto conlleva que uno ya esté de mal humor todo el día.
Se terminaron los momentos de escuchar el silencio, qué relax esos momentos en los que no se oye absolutamente nada, se acabaron las conversaciones con mi pareja, porque cada vez que intentamos hablar se escucha un “MAMAAAAAÁ”; ir al baño sola se convierte en una autentica leyenda urbana, viajar con ellos es como irte de mudanza.
Pero ¿sabéis lo peor de todo? Que aun sabiendo todo esto volvería a repetir. ME ENCANTA SER MADRE, a pesar de todas esas cosas no tan buenas, esa primera vez que te llaman mamá, los besos, los te quiero, todos los momentos compartiendo aficiones, como ir al cine o viajar, los abrazos, la alegría cuando te ven al recogerlos en el colegio, porque a pesar de que se pierden cosas se compensa con todas las que ganas.
Lidia Gómez-Urda Villaverde
Otra carta dedicada a todos los que han sufrido una pérdida inesperada.
QUERIDA EMMA
Ha sido largo y tedioso el tiempo que te hemos estado esperando. Creíamos que todo iba a ser muy sencillo. Hasta me atrevería a decir que nos lo tomamos con mucha calma. Cuando por fin nos decidimos, las malas noticias se sucedían una tras otra. Reconozco que me vine abajo. Esperamos demasiado tiempo y ya no quería retrasarlo más.
Pero no perdimos la esperanza y nos decidimos a preparar tu llegada. Quiso el destino que mucho más pronto de lo previsto tu corazón latiese dentro de mi seno. Cuando lo supe las lágrimas empezaron a brotar de una forma desmesurada, sin control, eran de alegría y de miedo, de desahogo y de felicidad.
A las pocas semanas pudimos verte, tan pequeñita y con un corazoncito latiendo tan fuerte. Pasaban los días, las semanas y tu cuerpo crecía y mi barriga se abultaba. Decidimos que ya era el momento de decírselo a tu hermano. Aún era pequeño, así que la noticia no le causó gran impacto a priori, quizás porque no entendía la magnitud de la misma. Le hablamos mucho de ti, de cómo llegarías, de dónde nacerías, y cómo serías, de cómo podría él ayudarnos y también leímos y miramos muchos cuentos que explicaban la llegada de un hermanito.
Unas semanas más tarde empecé a notar tus movimientos. No podría definir lo que sentía, era como una mezcla de felicidad absoluta y ternura. Pero sobre todo me sentía increíblemente asombrada por el milagro de la vida. Cómo de algo tan minúsculo puede formarse un ser humano.
No podía dejar de pensar en lo suave que sería tu piel, el calor que desprendería tu cuerpo, a qué olerías, cómo sería tu cara o el color de tus ojos.
Pero Emma, un día llegó la oscuridad, sin previo aviso. Tu luz se apagó en silencio. Nos lo comunicaron sin rodeos en una revisión.
Sentí que me absorbían la energía de una forma devastadora. Prácticamente no oía nada a mi alrededor. Cerré los ojos un momento porque creí que no podría evitar perderme en la inconsciencia y las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas, como una fina lluvia que poco a poco va calando.
Horas más tarde, la realidad se plantó ante mí. Me dijo que ya no estabas ahí Emma. Emma… ese era el nombre que habíamos elegido para ti. Hubieras nacido cuando el sol y la luna pugnan por iluminar el cielo.
Pero en realidad, en ese momento un frío viento, que se colaba por la ventana, me heló el corazón. No sabía cómo iba a superarlo. Pero menos todavía cómo iba a decírselo a tu hermano. Cómo explicarle que no ibas a llegar y que él ya no podría tenerte en sus brazos, acariciar tu cabecita, que no podría darte todos los besos que tenía guardados para ti, ni quedarse a dormir a tu lado o llenarte la bañera de juguetes. ¿Cómo se lo decía Emma? Si estaba ansioso por verte. ¿Cómo hacerle entender lo inexplicable? ¿Cómo se puede comprender la vida y la muerte en tan poco tiempo? Yo, no lo sé.
Sólo sé Emma que siempre estarás en nuestros corazones. No dejaremos que tu recuerdo se pierda en nuestra memoria.
Hasta siempre pequeña Emma.
Mamá
Vanessa Ojeda
Para abrir la sección he querido compartir la carta que dejaría escrita a mi marido e hijos si me pasara algo. Aunque espero que la situación aquí descrita no sé dé, los sentimientos en ella reflejados son reales y profundos. Con todo mi amor para mis príncipes.
CARTA A MI MARIDO
Si tienes esta carta entre tus manos es que ya no estoy aquí. Después de todo, ha llegado el momento. Y ahora lo sé, no me arrepiento de nada. He sido muy feliz, aunque me ha resultado muy difícil conformarme con lo que tenía.
He pasado a tu lado toda una vida. Mi vida realmente empezó cuando te conocí. Cambiaste por completo todo lo que conocía hasta el momento y me enseñaste el valor de las pequeñas cosas, la belleza de lo simple, la paciencia infinita, el amor sin límites y la pasión dulce, respetuosa, a veces desenfrenada. Has sido el pilar de mi vida. Sin ti nada hubiera tenido sentido.
Fruto de nuestro amor son nuestros hijos. Con apenas tres y un año respectivamente, poco a poco olvidarán mi cara, mi olor, mi tacto, mis besos y mis abrazos. Háblales de mí, por favor, porque casi con total seguridad no guardarán recuerdos míos. Diles que les amé incondicionalmente como ellos me amaron a mí. Diles que me dediqué a ellos plenamente. Diles que completaron mi vida. Háblales de cuando estaban dentro de mi barriguita, de cuando nacieron, de cómo se reían, de cuándo empezaron a caminar, de cómo mamaban de mi pecho, de cómo se emocionaban sus primeras veces, de su inocencia y de la alegría que nos aportaron a todos.
Al principio será muy duro criarlos tú solo. Durante un tiempo deja que todos te ayuden hasta que te organices. Después sigue adelante con todo aquello que siempre hemos hablado. Edúcalos con amor, con valores, con ternura. Sé paciente. Ellos te aman incondicionalmente. Son tu vida.
Cuando tengáis un mal día, salid a pasear o a comer algo (ya sabes, la comida amansa a las fieras,…). No esperes nada de ellos. Que sean buenas personas ya es suficiente. Todo saldrá bien. Eres un buen padre. Sé que te has esforzado mucho y que te has dedicado con amor. De una forma u otra te recompensarán de la misma manera.
Amor, cuando pase un tiempo rehaz tu vida. Sé que no será fácil para ti pero estás tan repleto de amor que debes compartirlo con alguien más. No tengas miedo a nada, no sientas remordimientos. Encuentra a otra persona y ámala tanto como me has amado. Sonríele siempre como a mí me has sonreído. Abrázala, bésala y dile que la quieres todos los días. Cocina con amor cosas para ella. Ábrele tu corazón, deja aflorar tus sentimientos y emociones. Canta, baila, corre, escribe, sueña. Vive cada minuto como si fuera el último. Tienes mucho que ofrecer. Seguro que alguien está esperándote en algún lugar y se merece sentirte, tenerte.
Nunca sabré porqué me tenía que ir tan pronto. Misterios de la vida. El azar. El destino. No lo sé, sólo sé que estos últimos meses han sido muy duros para todos. Lo siento amor mío. Ojalá no hubiera sido así pero yo no pude elegir. Ha sucedido, sin más. Sin remedio. De una forma devastadora. Con solo un ridículo tiempo para despedirnos. Nunca se me ha dado bien expresar en persona mis sentimientos. Mis lágrimas precederían a mis palabras. Ahora mis palabras quedarán siempre aquí para que te reconforten cuando lo necesites, para que me sientas cuando me extrañes, para que me recuerdes.
Cariño, mi cuerpo ya no está pero he intentado inundar vuestras vidas con mi humilde amor. Te amo profundamente y, ahora con total seguridad puedo decir, como nunca amaré a nadie más.
Gracias por todo, mis príncipes.
Con todo mi amor, para siempre,
Mamá.
Vanessa Ojeda