Podría ser este el titular de cualquier artículo periodístico, tratando de ensalzar las cualidades de las mujeres de hoy en día.
Pero además es una realidad, una combinación poderosa, atractiva y hasta adictiva. Eso sí, un tanto utópica aún.
A veces pensaba que las mujeres habíamos conseguido muchas cosas, habíamos avanzado, especialmente en las últimas 4 décadas; aunque no habíamos llegado hasta el final del camino, hasta la utópica igualdad, creía que los avances iban a ir cada vez más rápido, como la tecnología. Pero todo eso era antes de ser madre, claro.
Hace 7 años seguía suponiendo que tenía una carrera profesional por delante, que yo valía y podía llegar lejos. Mi objetivo: hacer algo grande.
Y sí, en ello estoy. He tenido dos hijos y mi trabajo a diario con ellos es tan maravilloso como duro.
Mi carrera como madre empezó hace más de 6 años, y va a durar hasta mi último día. Mis hijos son mi mayor objetivo y Mamá se escribe con amor probablemente el mayor proyecto que les acompañe.
La carrera profesional… Uf,… esa se paró. Y sigo trabajando. Pero mis prioridades han cambiado. El trabajo ahora es un medio, en el que me gustaría sentirme realizada, y que me acompañe durante la etapa activa, pero ya no es un objetivo por el que seguir luchando con uñas y dientes. Mi profesionalidad no ha cambiado pero mi prioridad sí. Al menos así será durante un largo tiempo. Ahora es el momento de educar, acompañar, criar, cuidar, enseñar y amar a los niños. De lo que hagamos ahora dependerá toda su vida. La infancia son los cimientos de toda su vida y durante esa etapa nos necesitan más que nunca.
Como mujeres, en todos los ámbitos queda mucho por hacer, pero en el terreno laboral las diferencias siguen siendo exageradas y la discriminación por ser mujer sigue existiendo, y aún peor si eres madre.
¿Sabéis qué fue lo primero que me hicieron en mi trabajo cuando regresé de mi excedencia tras tener a mi primer hijo? Destituirme de mi responsabilidad y bajarme el sueldo.
De la noche a la mañana perdí 400€ al mes. Los mismos que me hacían falta casi para pagar la escoleta en la que dejaba a mi hijo para reincorporarme al trabajo.
Menudo recibimiento, ¿verdad? Y con el tiempo la responsabilidad volvió a ser la misma, pero el sueldo no.
Y aún así seguí trabajando con la misma profesionalidad.
Pero esa torta me sirvió de mucho, sí.
Ahora no renuncio a mi horario reducido (que aprovecho para estar con mi familia) por seguir creciendo profesionalmente. Y aún cambiaría más cosas en el terreno laboral, pero poco a poco. En algún momento llegará esa oportunidad.
Así que queda mucho por andar.
Mujeres, madres y trabajadoras no dejéis de luchar porque sólo haciéndolo seguiremos forjando el camino de la naturaleza. Somos grandes, fuertes e imprescindibles.
Basta ya de discriminación.
Vanessa Ojeda
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