Ya os he contado en otras ocasiones que los celos entre los niños les han llevado a pegarse. Empezó el pequeño con 2 años y luego el mayor, cuando se vio acorralado, abusó de su posición de mayor para hacer lo mismo.
A mí lo de la violencia me puede. No lo soporto. Así que me saca de mis casillas.
Reconozco que las peleas entre hermanos van a menos porque abogamos por el diálogo y por expresar la ira contra otras cosas pero aún así no hay día que no se peguen. De hecho hace unos días el mayor le tiró un cuento a la cara al pequeño haciéndole una herida y un chichón en la frente. Y a pesar de todo, en esos momentos críticos, yo reacciono con una calma pasmosa. Es curioso, pero no me sale la furia. Mientras se están pegando sí, pero cuando algo grave ocurre, lo resuelvo con bastante calma.
Supongo que las peleas ocurren en la mayoría de familias, así que he recopilado algunas ideas para que todos podamos pensar sobre ello e intentar ponerlas en práctica, si deseamos cambiar esas conductas.
Para empezar, hay que ser consciente de que tras ese comportamiento hay dolor del niño, enfado o frustración (lo mismo exactamente que nos pasa a nosotros cuando alguien no nos hace caso o cuando algo no nos sale bien).
A veces reaccionamos en exceso ante esas situaciones o les faltamos al respeto por la vergüenza de estar en público o entre otros adultos.
Es probable que el niño pegue porque no sabe qué otra cosa hacer. Al fin y al cabo la ira es una emoción primaria con una función adaptativa que ha permitido la supervivencia del ser humano a lo largo de la historia.
¿Qué podemos hacer nosotros?
- Coger al niño de la mano, ponernos a su altura y decirle con calma: “Yo no te permito que pegues. Lo siento. Seguro que estás dolido o enfadado. Podemos hablar sobre ello o puedes pegar a un cojín, al sofá o a la almohada.”
- Decirle que esperaremos hasta que esté preparado para hablar.
- Buscar algunas palabras que definan lo que le pasa. “Pareces enfadado.”
- No posicionarse del lado de ninguno de los niños.
- Si los niños replican, dejarlos decir la última palabra o abrazarles.
- Con niños menores de 4 años, intentar abrazarles.
- Cada vez que pegue, cogerle de la mano y decirle: “suave, suave”.
- Si pega a un adulto, decirle que siempre que le pegue le dirá lo que va a hacer y se irá hasta que le trate con respeto.
- Decirle que le haría sentir mejor una disculpa pero no obligarlo a pedirla.
- Enseñarles a expresar lo que sienten en vez de pegar.
“Estoy enfadado, porque ___________ y me gustaría__________”.
Explicar a los demás lo que no les gusta o enseñarles a irse, si no les tratan bien.
- Crear una zona de la calma. Para irse o irnos cuando necesitemos estar tranquilos.
- No pegarles, y si alguna vez se hace, reparar: reconocer, reconciliarse y resolver.
- Analizar la propia conducta del adulto en busca de actitudes que puedan herir sus sentimientos.
Reflexiones:
- Hay que ser consciente del desaliento que hay tras la mala conducta. Suele ser el objetivo erróneo de venganza. Creen que no les tenemos en cuenta. Se sienten mejor si les respetamos.
- No pegar solo para demostrar a otros adultos que el niño no se saldrá con la suya. La relación con el niño es mucho más importante que cualquier otro observador o crítico.
Es un tema que da mucho que hablar. Está claro que pegar es una forma más de expresión de las emociones. Mis hijos también pegan y aún tengo que seguir practicando mucho para conseguir que eso cambie.
Vanessa Ojeda
Deja una respuesta