La verdad es que al ser hija única tenía muy claro que quería tener más de un hijo. Me sentí muy sola durante mi infancia y aunque compartí mi adolescencia con el hijo del marido de mi madre, la situación no era exactamente la misma a tener un hermano.
Así que qué sabía yo lo que era realmente tener un hermano. Solo recordaba ese sentimiento de soledad que me marcó profundamente cuando era pequeña. Habitualmente jugaba sola.
Eso sí, tenía todos mis juguetes en perfecto estado.
Al final eso marca tu vida. Y así fue. Siempre me ha resultado muy difícil compartir mis cosas, no me gusta nada que me las toquen, he sido muy organizada y ordenada (nadie me descolocaba nada) y siempre he buscado mantener relaciones de amistad muy estrechas.
De hecho la mayoría de amigas que tengo vienen de la época del colegio.
Ya sabéis por mi historia que yo quise tener los dos niños muy seguidos. Al principio todo fue muy de color de rosa. El mayor, con 2 años, cogió a su hermano en brazos desde el primer día, le daba besos y abrazos, se tumbaba a su lado. En dos palabras: le adoraba. Eso sí, a nosotros nos hacía cada una…
Poco a poco el pequeño fue creciendo y empezó a gatear y moverse libremente por la casa, a llegar a todo lo que estaba a su altura, a chuparlo todo, a ser “muy mono”, “para comérselo”. Después caminó, corrió, empezó a derrumbar torres, a coger lo que alcanzaba, a abrir cajones y puertas. Y eso ya no le gustó nada al mayor. Y empezaron sus quejas, sus enfados y sus llantos.
Más tarde fue el mayor el que tocaba todo lo del pequeño, se lo quitaba, incluso se lo escondía. El pequeño, con casi 2 años, empezó a pegar al mayor.
Al principio el mayor aguantaba el chaparrón pero poco a poco pasó de la posición de sumiso a la de abusón. En poco tiempo ya se pegaban tortas el uno al otro, golpes, patadas, incluso hace poco empezaron los mordiscos.
Obviamente no nos queda más remedio que intervenir.
En un primer momento no lo llevamos bien y al ser el pequeño un bebé, le recriminábamos al mayor, pues él era consciente. Cuando el pequeño empezó a pegar, en la escoleta, nos resultó extraño. El mayor no se la devolvía, solo lloraba o se quejaba. Pero poco a poco empezó a defenderse y comenzó a pegar. Así que pronto se convirtió en una batalla campal.
Nuestro primer impulso fue posicionarnos porque el pequeño era pequeño. Así exigimos al mayor más autocontrol. Les enseñamos herramientas para resolver los conflictos e intervenimos cuando hay violencia.
Pero no basta. Hay que profundizar un poco más. Porque sí, hay celos. Claro que los hay y el padre/madre que diga que entre sus hijos no los hay, que lo demuestre.
Seamos sinceros. Durante un tiempo el mayor estuvo solo y supo lo que era la exclusividad y eso, un día, cambió. Imaginaos que en nuestro país fuera legal la poligamia a partir del 01/03/2019, y nuestra pareja decidiese compartir su vida con nosotras y alguien más.
¿Cómo nos sentiríamos?. Así es como se sintió en algún momento nuestro hijo.
Después viene cómo nosotros intervenimos en sus conflictos, cómo nos posicionamos, cómo les etiquetamos, cómo hablamos del uno al otro, si comparamos, si intentamos aplicar justicia salomónica,… Todo eso influye no solo en su forma de relacionarse sino también en cómo serán de adultos.
Para saber más sobre el tema y conocer algunas pautas para afrontar los celos os recomiendo leer el libro “Hermanos, no rivales” de Adele Faber y Elaine Mazlish. Os servirá tanto con vuestros hijos como para analizar cómo la relación con vuestros hermanos ha afectado a vuestras vidas.
Nosotros estamos actualmente en una fase de trabajo del tema. Sigue habiendo celos (yo creo que eso es para toda la vida) pero empiezo a ver cambios en ellos. Se ha reducido una gran parte de la violencia, transformándose en expresión de enfado y a veces acabando en técnicas de negociación.
Vamos avanzando. Más adelante, podemos profundizar en el tema, si os apetece.
Vanessa Ojeda
[…] varios hermanos y traen mochilas llenas de resentimiento entre ellos, de distancia, de envidia o celos y de experiencias negativas en su relación. Y con la edad que tienen, también algunas cuestiones […]