Hace poco menos de un año escuchaba a Pedro García Aguado hablar sobre la evolución de la tecnología y el impacto que produce sobre nuestros hijos y eso nos hizo reflexionar mucho. Insistía en que debemos hacer esperar a nuestros hijos porque ahora lo tienen todo de forma tan inmediata que cuando algo no es instantáneo se frustran. Puso un ejemplo que me resultó muy gráfico. Lo comparto con vosotros.
¿Recordáis cómo era hacer fotos cuando éramos pequeños?
Comprabas un carrete, con delicadeza se lo ponías a la cámara, asegurándote que enganchaba bien. Comenzabas a disparar, sin tener ni idea del resultado, hasta acabar el carrete. Si no se acababa no podías llevarlo a revelar. Una vez lo llevabas, pasaban unos días hasta que estaban listas las fotos. Y después, el tiempo que transcurriese hasta recogerlas. Y, tachán, a ver el resultado.
Sí salían quemadas, con el dedo en medio, movidas, borrosas, torcidas, o simplemente maravillosas.
¿Cuánto tiempo podía haber pasado desde que pusiste el carrete hasta que tuviste las fotos en la mano?
Ahora, haces una foto, la ves al instante, la retocas desde el propio teléfono y enseguida puedes compartirla con quien quieras. Todo en cuestión de segundos. La inmediatez.
Igual podía suceder con la búsqueda de información. Para hacer un trabajo escolar, había que tirar de enciclopedia, biblioteca, …
Teníamos que esperar para obtener resultados en muchas cosas. Pero hoy en día ya no es así. Y todo ha ido tan rápido que, no solo se nos está olvidando lo que es esperar, sino que olvidamos transmitírselo a nuestros hijos.
Ahora, cuando queremos algo, podemos hasta comprarlo desde el sofá de casa y recibirlo al día siguiente. Los niños ya no esperan para casi nada porque nosotros tampoco y eso es lo que ven.
Y si algo se hace esperar, ¿qué ocurre?
Frustración al canto.
Algunas familias practicamos la espera pero, ¿con qué nos topamos? Con familiares, entre ellos, abuelos, u otras personas del entorno que les dan lo que nosotros negamos.
Habrá que recordar a esas personas la esencia del arte de esperar porque, a veces así, resulta difícil educar, criar y maternar.
Vanessa Ojeda
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